¿Alguna vez has sentido que estás como
perdido dentro de la iglesia? ¿Esa sensación de que aunque seas líder o estés
sirviendo en algún ministerio, tú mismo no te encuentras dentro de la iglesia?
Aunque hayas aceptado a Cristo en tu corazón y él haya restaurado tu vida (no
lo dudo), sientes que te encuentras en un laberinto que no tiene salida. Intentas
agradar a Dios, servirle, honrarle, pero sigues atado al pecado que no te deja
seguir adelante. Se ha vuelto un círculo vicioso donde logras escapar por un
momento, pero tienes nuevas recaídas.
Todos en algún momento de nuestras
vidas nos hemos sentido así, y puedes preguntarte ¿cómo voy a estar perdido si
ya acepté a Cristo en mi corazón? ¿Cómo
es que una y otra vez cometo los mismos errores? ¿Acaso nunca podré superar
esta situación? ¿Acaso no habrá escapatoria? Es probable que te hayas hecho
estas preguntas una y otra vez y muchas veces gritaste ¡BASTA! ¡YA NO LO HARÉ MÁS!
Pero te queda una sensación de culpa, frustración, tristeza, con un
arrepentimiento a medias, pero sin una verdadera libertad.
Pero
¿dónde radica realmente el pecado? Nace en nuestro corazón. Con el tiempo nos
seduce y finalmente caemos (Santiago 1:14-15). Por lo tanto, nuestra santidad
debe empezar en nuestro corazón: “Sobre toda
cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida” (Proverbios 4:23).
Es hora de comenzar a hacer cambios en él, de esta manera podrás ver cómo las
tentaciones son vencidas una a una.
Dios tiene
un propósito contigo, él está interesado en tu corazón. Quiere que te mantengas
santo, pero en una verdadera santidad, no simple apariencia porque eres
cristiano u ocupas un lugar dentro de una iglesia; él quiere que tengas dominio
propio en medio de las tentaciones y que te mantengas santo cuando nadie te ve.
Él te invita a que guardes cada detalle, los externos e internos, tu cuerpo,
mente, alma y corazón, que estén sujetos a su dominio. (I Pedro 1:15).
Estoy convencida de que todos en
nuestro interior hemos tenido un grito de ¡AUXILIO! atorado entre el pecho y la
garganta, pero no lo hemos gritado por temor a ser juzgados, señalados o
etiquetados por nuestros pastores, líderes o mentores. Es importante que reconozcas que estás metido en un
problema del cual no has podido salir, que aunque ya lo has intentado de muchas
maneras con ayuno, oración, promesas que le hiciste a Dios, nada de esto dio
resultado, por lo tanto, es necesario que busques ayuda. La Biblia dice “Temer al Señor: ¡eso es sabiduría! apartarse del mal:
¡eso es discernimiento!…” (Job 28:28). Todos necesitamos un líder o guía
espiritual para caminar hacia Dios, una persona con quien compartas todos los
detalles de tu vida, es decir, un confidente que te dará palabras de ánimo, te
confrontará, corregirá y te acompañará en este proceso de recuperación.
Cada día libramos una batalla, nos
enfrentamos a un nuevo gigante o quizás el mismo que nos ha atormentado durante
tantos años, pero quiero decirte que en esta batalla no te encuentras solo. Te entendemos
pero más que entenderte queremos ayudarte, ¿por qué? Porque necesitas a alguien
que pelee hombro a hombro contigo (Gálatas 6:2), porque mejor son dos que uno, porque
si uno cae, el otro lo levanta (Eclesiastés 4:9-10). Satanás quiere que te
aísles, que estés solo para atormentarte con pensamientos de culpa y que en
esos momentos de debilidad vuelvas a caer, él definitivamente no quiere que
seas libre.
Si estás perdido, queremos mostrarte la salida. Dios
es un Dios de segundas oportunidades. Busca sus brazos de amor y perdón, déjalo
obrar en tu vida. Juan 8: 11 dice: "Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques
más". Estamos dispuestos a escuchar(o en este caso leer) esos gritos de
auxilio que brotan de tu alma. Si Jesús dijo ni yo te condeno ¿por qué vamos a
hacerlo nosotros? Insisto, no queremos juzgarte, todos hemos pasado por circunstancias
como la tuya y por esa misma razón sabemos que necesitas ayuda.
Nos leemos en la web...