Hace algunos días terminé de leer el libro
de Éxodo y aunque lo he leído varias veces, en esta oportunidad me enseñó cosas
nuevas que quisiera compartirles. En este libro pude encontrar diversos sucesos
que me hicieron reflexionar en varios aspectos de mi vida, así como también
recordé que en reiteradas ocasiones he sido como el pueblo de Israel.
Creo que desde que me han contado esta
historia siempre he dicho que los israelitas de ese momento eran unos cabeza
dura, pero yo personalmente, he terminado siendo igual que ellos. Les cuento un
poco mi historia para que entiendan…
Hace un par de años atrás conocí a un chico cristiano.
Él era líder de un ministerio que había en mi iglesia y al cual yo pertenecía.
Aunque él no era de mi ciudad, nos hicimos amigos en la distancia, nos veíamos
cada vez que el venía a la iglesia, compartíamos con los otros chicos del
ministerio, salíamos como buenos amigos y con el paso de los meses- años la
amistad cambió y terminamos “gustándonos”. Él viajó hasta mi ciudad para
decirme que yo le gustaba y bla, bla, bla todas esas declaraciones que hacen
los chicos jaja. En ese momento, aunque el chico me gustaba, yo no estaba
segura de lo que sentía por él, ni de lo que el sentía por mí, y mucho menos si
él era la persona que Dios quería para mí. Por tal motivo, lo que hicimos fue
darnos un tiempo donde nos conoceríamos más y “oraríamos” buscando confirmación
de Dios sobre la relación. Pasamos un año así, y durante ese tiempo él se
transformó en una persona totalmente diferente, se volvió controlador,
posesivo, amargado y ya no era el “cristiano” que había conocido al principio.
Pese a todas esas cosas que no me agradaban de él, increíblemente me seguía
gustando y estaba convencida que con el tiempo el volvería a ser la persona de
antes. Aunque en mi corazón sentía que lo que estaba haciendo no era lo
correcto, que esa relación no llegaría a nada y que él no era la persona que
Dios quería para mí, yo seguía empeñada en mantenerla, incluso oraba a Dios
para que lo cambiara, pero no era un cambio para su bien sino para que Él se
diera cuenta que si era una gran persona y lo aceptara para mí. Durante ese
tiempo, cada vez que le preguntaba si oraba por mí y por la relación, respondía
con sinceridad que no lo hacía, pero yo si oraba por él y oraba tanto que no
escuchaba lo Dios quería decirme o mejor dicho, yo no quería escuchar a Dios.
¿Ven? Tan cabeza dura como los israelitas. Ya les cuento un poco más…
Un pueblo que pide ¡libertad!
Me gusta como dice el verso 25 de Éxodo 2 “Y miró Dios a los hijos de Israel, y conoció
su condición” Wow! Me encanta saber que Dios conoce nuestra condición,
él conoce como está tu corazón, él conoce de qué necesitas ser libre. Pero, así
como lo hicieron los israelitas, debes acudir ante él, expresarle cómo te
sientes y cuál es la libertad que tu corazón necesita.
Yo era esclava de una relación tóxica que no
me dejaba avanzar. De muchas maneras Dios habló a mi vida para que dejara esa
relación, él quería hacerme libre. Me habló a través de su palabra, de
predicaciones, de pastores y líderes, y hasta con mi lista de mi chico ideal
podía darme cuenta que el no cumplía con muchas características importantes.
Incluso, mucho antes de conocerlo le había pedido a Dios que sucediera “algo”
cuando apareciera la persona que él tiene para mí, es como una señal que le
pedí, y ese “algo” no sucedió; aunque lo había olvidado, Dios me hizo
recordarlo para confirmarme una vez más que él no lo tenía como esposo para mí.
Después de varios meses atada, menos mal que
no fueron 400 años como los israelitas jajaja. Decidí renunciar a eso y elevé
ésta oración a Dios: “Dios mío, yo sola no puedo terminar con esta relación, te
pido que lo saques de mi corazón, haz que suceda algo que me decepcione a tal
punto que lo saque de mi vida” y ¡caramba! Dios escuchó mi clamor y conoció mi
condición. Para hacerles la historia corta, el chico resultó ser un mentiroso,
él estaba saliendo con otra chica de otra ciudad al mismo tiempo que conmigo,
llevaban meses juntos, decidieron casarse dos meses después de enterarme que
eran novios. Ahora, ¿cómo me enteré de todo eso? Luego de que elevé esa oración,
Dios hizo de las suyas, la verdad salió a la luz. Me decepcioné tanto del
chico, que me hizo libre de esa relación tormentosa…
Por fortuna hace muchísimo tiempo que se
abolió la esclavitud, pero el pueblo de Israel vivió aproximadamente 400 años
siendo esclavos y oprimidos en Egipto (Génesis 15: 13-14) sin embargo, Dios
escuchó su clamor y los hizo libres. En
la actualidad todavía existen personas que son esclavas de un vicio, de la
lujuria, de los malos pensamientos o hábitos, de la mentira, de una relación
tóxica; si continúo no me alcanzará el espacio, la lista es bien larga. Ahora
te pregunto, eres tu uno de esos esclavos de este siglo?
Hay algo que me llamó mucho la atención al
leer el libro de Éxodo, y es la manera en que Dios le daba instrucciones claras
a Moisés de cómo iba a dirigir el pueblo de Israel; de igual manera lo hace hoy
en nuestras vidas, pero… estamos dispuestos a escuchar su voz? estas dispuesto
a obedecer lo que te ha dicho? O se encuentran en una situación como la que
enfrenté, donde no quería ni escuchar ni obedecer lo que Dios me alertaba. Para
ese momento Moisés tenía la tarea de pedirle al faraón que liberara al pueblo
de Israel para ir a servir, orar y adorar al verdadero Dios; de la misma manera
sucede con nosotros, cómo podemos servir, orar y adorar a Dios con libertad
mientras hay algo en nuestras vidas que nos oprime y esclaviza. Dios quiere
darte de su libertad hoy.
Gosén,
un lugar apartado.
Gosén (lugar de pasto), era el lugar donde
habitaban los israelitas. Estaba en el lado oriental del Nilo y se extendía del
Mediterráneo al mar Rojo. No era cualquier tierra, era una sección excelente de
Egipto y estaba admirablemente adaptada para hatos y rebaños de Israel, un
lugar amplio donde los israelitas podían crecer maravillosamente. El Nilo los
separaba del resto de Egipto y lo hizo ser un pueblo separado.
A pesar de que Dios envió 10 plagas sobre
Egipto, los israelitas salieron ilesos de ellas, Dios los resguardó y no
permitió que sufrieran (Éxodo 8: 22; 9:
4, 26; 10:23; 11:7). De igual manera, Dios quiere resguardarnos de las
plagas del mundo, de aquello que asedia nuestra mente y no nos permite avanzar
y no solo eso, quiere que vivamos en paz y tranquilos disfrutando de sus
bendiciones, tal y como lo hacían los israelitas en Gosén.
Así como el pueblo de Israel vivían en un lugar apartado, Dios nos
invita a que nos apartemos (sino, como aquel que os llamó es santo, sed
también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está:
Sed santos, porque yo soy santo. 1 Pedro 1:15-16). Ser santo es
apartarse del mal, de lo incorrecto, de lo inmundo. Cuando Cristo nos salva y
nos hace santos, apartados para Dios, él también nos separa del amor natural
que tenemos al mundo y al pecado, y nos faculta para vivir una vida en comunión
(Romanos 9). Somos santos porque
Dios no ha hecho santos en Cristo, y somos santos porque en nosotros comienzan
a darse las evidencias de una vida renovada.
Dios quiere compartir su santidad con nosotros, que nos apartemos de
todo lo que a él no le agrada y permitamos que su santidad viva en nosotros.
¿Esclavitud o libertad?
Después de pasar todas las plagas,
finalmente el faraón decide dejar libre a los israelitas, pero ellos al verse
atrapados entre el imponente Mar Rojo y los egipcios que los perseguían,
comienzan a quejarse y a decir que era mejor quedarse cómo esclavos en Egipto.
Es a partir de este momento que digo que el pueblo de Israel eran unos cabezas
duras. No solo esa vez se quejaron, sino muchas más, cuando estaban en el
desierto que no tenían alimento, que no tenían agua, etc.
Me pregunto cómo es posible que el mismo
pueblo que vio la diez plagas, que cruzó en seco el Mar Rojo y que Dios
protegió de tantas formas en el desierto, se queje tanto? La infidelidad del
pueblo debe alertarnos a nosotros que también podemos ser infieles ante Dios.
Debemos estar siempre conscientes de lo que Dios ha hecho por nosotros, cómo ha
transformado nuestras vidas. Que nuestra pasada esclavitud nos inspire a
siempre permanecer libres en Dios. Además, esto también nos enseña que la
fidelidad de Dios es grande y que lo que el promete lo cumple. Dios les
prometió llevarlos a la tierra prometida y aunque fue un pueblo de dura cerviz
(Éxodo 32:9), infiel y quejumbroso, Dios cumplió su promesa con ellos.
Para terminar mi historia, luego de la mala
experiencia que viví, apareció otro chico en mi vida que intentó reparar el
daño que había dejado el otro. Y ustedes dirán seguiste con la misma situación?
Si, seguí, les dije que era una cabeza dura como el pueblo de Israel? El mismo
mes que me enteré que el otro chico se casaba conocí a uno nuevo. Él si era mi
chico soñado, tenía todas las cualidades de mi chico ideal excepto por… no era
cristiano, no amaba a Dios como debía ser, pero eso no me importó mucho. Para
ese momento estaba enojada con Dios, lo culpaba por lo que me había sucedido,
además, estaba enojada conmigo misma, tenía baja autoestima, estaba
decepcionada de los cristianos en especial de los hombres; realmente no estaba
lista para afrontar una nueva relación, pero como recita el dicho “un clavo
saca otro clavo” y en ese momento ese era mi lema. Me volví una persona mala,
diferente, quería vengarme de los hombres y, aunque fui clara con el muchacho,
el acepto ser el clavo que necesitaba en ese momento.
Ven que si me parecía a los israelitas?
Ellos acababan de ser liberados y ya querían volver a ser esclavos, así pasó
conmigo, Dios acabada de librarme cuando ya quería volver a estar atada. Aunque
no fui novia de ese chico, durante el tiempo que salimos puedo decir que no fue
una relación tormentosa, como les dije era el chico soñado, todo lo contrario
al anterior, pero en varias ocasiones fui injusta y mala con él. Durante ese
tiempo me aparté de Dios, ya no oraba ni leía la biblia, dejé de asistir a la
iglesia, ahora frecuentaba discotecas y sitios nocturnos. Me refugié en el
hombre, en vez de refugiarme en Dios y terminé perdiéndome. A pesar de todo lo
que viví, Dios me hizo comprender que si un chico que no lo tiene a Él en su
corazón y tiene tantas cosas positivas, buenos principios, es decir, todas esas
características que quiero de un hombre, me hacía sentir amada, valorada y
respetada, ¿cómo no lo va a tener un hijo suyo?, cómo no lo va a tener un chico
que ame a Dios completamente?
Hoy ya soy libre de las relaciones dañinas.
He encontrado perdón y libertad en Dios. Me perdoné a mí misma y al chico que
me hizo daño, me reconcilié con Dios, y ahora es el centro de mi vida. Entendí
que todo lo que había ocurrido era producto de mi terquedad, de mis malas
decisiones y desobediencia. He comprendido que Dios es todo lo que necesito, el
me completa; me quiere apartada para él, quiere que sea santa emocional, física
y mentalmente. Ahora espero pacientemente lo que él tiene reservado para mí.
Hice un nuevo compromiso con Dios, y así recita:
“Convencida de que el verdadero amor espera
hoy hago un pacto con Dios, conmigo misma y con mi futura familia, de vivir en
santidad, con una vida sexualmente pura, y esperar a la persona que Dios tiene
guardada para mí, confiando en su buena, agradable y perfecta voluntad”
Yo he sido libre de mi esclavitud y no
quiero volver a ese Egipto que representa mi pasado. Dios una vez más me dice
no seas una cabeza dura, quiero darte lo mejor, y como sé que el cumple sus
promesas espero confiada en él. Ahora sí escucho su voz, cuando estoy frente
una circunstancia difícil clamo a él y sé que él me escucha y conoce mi
condición.
Y tú de qué necesitas ser libre hoy?
Prefieres seguir siendo esclavo?
Puedes escribirnos, estamos a tu completa
disposición para ayudarte. Dios quiere liberarte hoy.
Nos leemos en la web…