jueves, 29 de junio de 2017

Esclavos en el siglo XXI




Hace algunos días terminé de leer el libro de Éxodo y aunque lo he leído varias veces, en esta oportunidad me enseñó cosas nuevas que quisiera compartirles. En este libro pude encontrar diversos sucesos que me hicieron reflexionar en varios aspectos de mi vida, así como también recordé que en reiteradas ocasiones he sido como el pueblo de Israel.
Creo que desde que me han contado esta historia siempre he dicho que los israelitas de ese momento eran unos cabeza dura, pero yo personalmente, he terminado siendo igual que ellos. Les cuento un poco mi historia para que entiendan…
Hace un par de años atrás conocí a un chico cristiano. Él era líder de un ministerio que había en mi iglesia y al cual yo pertenecía. Aunque él no era de mi ciudad, nos hicimos amigos en la distancia, nos veíamos cada vez que el venía a la iglesia, compartíamos con los otros chicos del ministerio, salíamos como buenos amigos y con el paso de los meses- años la amistad cambió y terminamos “gustándonos”. Él viajó hasta mi ciudad para decirme que yo le gustaba y bla, bla, bla todas esas declaraciones que hacen los chicos jaja. En ese momento, aunque el chico me gustaba, yo no estaba segura de lo que sentía por él, ni de lo que el sentía por mí, y mucho menos si él era la persona que Dios quería para mí. Por tal motivo, lo que hicimos fue darnos un tiempo donde nos conoceríamos más y “oraríamos” buscando confirmación de Dios sobre la relación. Pasamos un año así, y durante ese tiempo él se transformó en una persona totalmente diferente, se volvió controlador, posesivo, amargado y ya no era el “cristiano” que había conocido al principio. Pese a todas esas cosas que no me agradaban de él, increíblemente me seguía gustando y estaba convencida que con el tiempo el volvería a ser la persona de antes. Aunque en mi corazón sentía que lo que estaba haciendo no era lo correcto, que esa relación no llegaría a nada y que él no era la persona que Dios quería para mí, yo seguía empeñada en mantenerla, incluso oraba a Dios para que lo cambiara, pero no era un cambio para su bien sino para que Él se diera cuenta que si era una gran persona y lo aceptara para mí. Durante ese tiempo, cada vez que le preguntaba si oraba por mí y por la relación, respondía con sinceridad que no lo hacía, pero yo si oraba por él y oraba tanto que no escuchaba lo Dios quería decirme o mejor dicho, yo no quería escuchar a Dios. ¿Ven? Tan cabeza dura como los israelitas. Ya les cuento un poco más…
Un pueblo que pide ¡libertad!
Me gusta como dice el verso 25 de Éxodo 2  “Y miró Dios a los hijos de Israel, y conoció su condición” Wow! Me encanta saber que Dios conoce nuestra condición, él conoce como está tu corazón, él conoce de qué necesitas ser libre. Pero, así como lo hicieron los israelitas, debes acudir ante él, expresarle cómo te sientes y cuál es la libertad que tu corazón necesita.
Yo era esclava de una relación tóxica que no me dejaba avanzar. De muchas maneras Dios habló a mi vida para que dejara esa relación, él quería hacerme libre. Me habló a través de su palabra, de predicaciones, de pastores y líderes, y hasta con mi lista de mi chico ideal podía darme cuenta que el no cumplía con muchas características importantes. Incluso, mucho antes de conocerlo le había pedido a Dios que sucediera “algo” cuando apareciera la persona que él tiene para mí, es como una señal que le pedí, y ese “algo” no sucedió; aunque lo había olvidado, Dios me hizo recordarlo para confirmarme una vez más que él no lo tenía como esposo para mí.
Después de varios meses atada, menos mal que no fueron 400 años como los israelitas jajaja. Decidí renunciar a eso y elevé ésta oración a Dios: “Dios mío, yo sola no puedo terminar con esta relación, te pido que lo saques de mi corazón, haz que suceda algo que me decepcione a tal punto que lo saque de mi vida” y ¡caramba! Dios escuchó mi clamor y conoció mi condición. Para hacerles la historia corta, el chico resultó ser un mentiroso, él estaba saliendo con otra chica de otra ciudad al mismo tiempo que conmigo, llevaban meses juntos, decidieron casarse dos meses después de enterarme que eran novios. Ahora, ¿cómo me enteré de todo eso? Luego de que elevé esa oración, Dios hizo de las suyas, la verdad salió a la luz. Me decepcioné tanto del chico, que me hizo libre de esa relación tormentosa…
Por fortuna hace muchísimo tiempo que se abolió la esclavitud, pero el pueblo de Israel vivió aproximadamente 400 años siendo esclavos y oprimidos en Egipto (Génesis 15: 13-14) sin embargo, Dios escuchó su clamor y los hizo libres.  En la actualidad todavía existen personas que son esclavas de un vicio, de la lujuria, de los malos pensamientos o hábitos, de la mentira, de una relación tóxica; si continúo no me alcanzará el espacio, la lista es bien larga. Ahora te pregunto, eres tu uno de esos esclavos de este siglo?
Hay algo que me llamó mucho la atención al leer el libro de Éxodo, y es la manera en que Dios le daba instrucciones claras a Moisés de cómo iba a dirigir el pueblo de Israel; de igual manera lo hace hoy en nuestras vidas, pero… estamos dispuestos a escuchar su voz? estas dispuesto a obedecer lo que te ha dicho? O se encuentran en una situación como la que enfrenté, donde no quería ni escuchar ni obedecer lo que Dios me alertaba. Para ese momento Moisés tenía la tarea de pedirle al faraón que liberara al pueblo de Israel para ir a servir, orar y adorar al verdadero Dios; de la misma manera sucede con nosotros, cómo podemos servir, orar y adorar a Dios con libertad mientras hay algo en nuestras vidas que nos oprime y esclaviza. Dios quiere darte de su libertad hoy.
Gosén, un lugar apartado.
Gosén (lugar de pasto), era el lugar donde habitaban los israelitas. Estaba en el lado oriental del Nilo y se extendía del Mediterráneo al mar Rojo. No era cualquier tierra, era una sección excelente de Egipto y estaba admirablemente adaptada para hatos y rebaños de Israel, un lugar amplio donde los israelitas podían crecer maravillosamente. El Nilo los separaba del resto de Egipto y lo hizo ser un pueblo separado.
A pesar de que Dios envió 10 plagas sobre Egipto, los israelitas salieron ilesos de ellas, Dios los resguardó y no permitió que sufrieran (Éxodo 8: 22; 9: 4, 26; 10:23; 11:7). De igual manera, Dios quiere resguardarnos de las plagas del mundo, de aquello que asedia nuestra mente y no nos permite avanzar y no solo eso, quiere que vivamos en paz y tranquilos disfrutando de sus bendiciones, tal y como lo hacían los israelitas en Gosén.
Así como el pueblo de Israel vivían en un lugar apartado, Dios nos invita a que nos apartemos (sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. 1 Pedro 1:15-16). Ser santo es apartarse del mal, de lo incorrecto, de lo inmundo. Cuando Cristo nos salva y nos hace santos, apartados para Dios, él también nos separa del amor natural que tenemos al mundo y al pecado, y nos faculta para vivir una vida en comunión (Romanos 9). Somos santos porque Dios no ha hecho santos en Cristo, y somos santos porque en nosotros comienzan a darse las evidencias de una vida renovada.
Dios quiere compartir su santidad con nosotros, que nos apartemos de todo lo que a él no le agrada y permitamos que su santidad viva en nosotros.
¿Esclavitud o libertad?
Después de pasar todas las plagas, finalmente el faraón decide dejar libre a los israelitas, pero ellos al verse atrapados entre el imponente Mar Rojo y los egipcios que los perseguían, comienzan a quejarse y a decir que era mejor quedarse cómo esclavos en Egipto. Es a partir de este momento que digo que el pueblo de Israel eran unos cabezas duras. No solo esa vez se quejaron, sino muchas más, cuando estaban en el desierto que no tenían alimento, que no tenían agua, etc.
Me pregunto cómo es posible que el mismo pueblo que vio la diez plagas, que cruzó en seco el Mar Rojo y que Dios protegió de tantas formas en el desierto, se queje tanto? La infidelidad del pueblo debe alertarnos a nosotros que también podemos ser infieles ante Dios. Debemos estar siempre conscientes de lo que Dios ha hecho por nosotros, cómo ha transformado nuestras vidas. Que nuestra pasada esclavitud nos inspire a siempre permanecer libres en Dios. Además, esto también nos enseña que la fidelidad de Dios es grande y que lo que el promete lo cumple. Dios les prometió llevarlos a la tierra prometida y aunque fue un pueblo de dura cerviz (Éxodo 32:9), infiel y quejumbroso, Dios cumplió su promesa con ellos.


Para terminar mi historia, luego de la mala experiencia que viví, apareció otro chico en mi vida que intentó reparar el daño que había dejado el otro. Y ustedes dirán seguiste con la misma situación? Si, seguí, les dije que era una cabeza dura como el pueblo de Israel? El mismo mes que me enteré que el otro chico se casaba conocí a uno nuevo. Él si era mi chico soñado, tenía todas las cualidades de mi chico ideal excepto por… no era cristiano, no amaba a Dios como debía ser, pero eso no me importó mucho. Para ese momento estaba enojada con Dios, lo culpaba por lo que me había sucedido, además, estaba enojada conmigo misma, tenía baja autoestima, estaba decepcionada de los cristianos en especial de los hombres; realmente no estaba lista para afrontar una nueva relación, pero como recita el dicho “un clavo saca otro clavo” y en ese momento ese era mi lema. Me volví una persona mala, diferente, quería vengarme de los hombres y, aunque fui clara con el muchacho, el acepto ser el clavo que necesitaba en ese momento.
Ven que si me parecía a los israelitas? Ellos acababan de ser liberados y ya querían volver a ser esclavos, así pasó conmigo, Dios acabada de librarme cuando ya quería volver a estar atada. Aunque no fui novia de ese chico, durante el tiempo que salimos puedo decir que no fue una relación tormentosa, como les dije era el chico soñado, todo lo contrario al anterior, pero en varias ocasiones fui injusta y mala con él. Durante ese tiempo me aparté de Dios, ya no oraba ni leía la biblia, dejé de asistir a la iglesia, ahora frecuentaba discotecas y sitios nocturnos. Me refugié en el hombre, en vez de refugiarme en Dios y terminé perdiéndome. A pesar de todo lo que viví, Dios me hizo comprender que si un chico que no lo tiene a Él en su corazón y tiene tantas cosas positivas, buenos principios, es decir, todas esas características que quiero de un hombre, me hacía sentir amada, valorada y respetada, ¿cómo no lo va a tener un hijo suyo?, cómo no lo va a tener un chico que ame a Dios completamente?
Hoy ya soy libre de las relaciones dañinas. He encontrado perdón y libertad en Dios. Me perdoné a mí misma y al chico que me hizo daño, me reconcilié con Dios, y ahora es el centro de mi vida. Entendí que todo lo que había ocurrido era producto de mi terquedad, de mis malas decisiones y desobediencia. He comprendido que Dios es todo lo que necesito, el me completa; me quiere apartada para él, quiere que sea santa emocional, física y mentalmente. Ahora espero pacientemente lo que él tiene reservado para mí. Hice un nuevo compromiso con Dios, y así recita:
 “Convencida de que el verdadero amor espera hoy hago un pacto con Dios, conmigo misma y con mi futura familia, de vivir en santidad, con una vida sexualmente pura, y esperar a la persona que Dios tiene guardada para mí, confiando en su buena, agradable y perfecta voluntad”
Yo he sido libre de mi esclavitud y no quiero volver a ese Egipto que representa mi pasado. Dios una vez más me dice no seas una cabeza dura, quiero darte lo mejor, y como sé que el cumple sus promesas espero confiada en él. Ahora sí escucho su voz, cuando estoy frente una circunstancia difícil clamo a él y sé que él me escucha y conoce mi condición.
Y tú de qué necesitas ser libre hoy? Prefieres seguir siendo esclavo?
Puedes escribirnos, estamos a tu completa disposición para ayudarte. Dios quiere liberarte hoy.

Nos leemos en la web…

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