Para empezar quisiera hacerte una
pregunta ¿desde cuándo no realizas una limpieza profunda? De esas en las que
tienes que revisar hasta el último rinconcito de tu casa, habitación o
automóvil. A veces, resultan ser agotadoras, pero una vez finalizada nos dejan
con una sensación de pulcritud, de espacio y el lugar queda como con un aire
nuevo. Sé que esas son cosas que realizan más las chicas, sin embargo, creo que
los chicos también han tenido que ser parte de una.
Antes de empezar de lleno con el tema,
te contaré sobre algo que me ocurrió hace unos días y que me dio pie para
escribir este artículo. Desde que soy una niña aproximadamente 9 años, tomé
como pasatiempos pintar, hacer manualidades, y entre otras cosas como esas,
desde entonces hasta la fecha (¡ojo! ya no soy una niña ahora soy una
jovencita) he venido acumulando materiales que creo puedo utilizar a futuro (y
créanme que sí los utilizo), todo lo tengo debidamente ordenado y almacenado. Es
por ello, que un día mientras limpiaba minuciosamente mi casa, me topé con una
caja que estaba llena de cosas que tenían mucho tiempo sin utilizar; habían
herramientas, juguetes, materiales de manualidades, cuadernos, etc. Creo que
ninguno en casa se percató de que eso estaba ahí, almacenado en un rincón de la
casa. Saqué todas las cosas para limpiarlas y botar aquello que no me parecía
útil, muchas cosas las boté sin piedad pero cuando llegué a los materiales de
manualidades no quería botar nada y ya saben por qué jaja, en ese momento
cuando me tocada decidir qué materiales debía dejar y cuales desechar, me quedé
en blanco. Sabía que muchas cosas que se habían dañado por el tiempo, la
humedad, los bichos, etc. pero una parte de mi decía “este pedacito de tal cosa
podría ser útil”, y luego la otra parte decía “tienes mucho de eso almacenado
¿para qué vas a seguir guardando algo que no sirve?” Parece una bobería pero me
costó bastante deshacerme de varias cosas que encontré, hasta que finalmente
decidí desechar aquello que no servía.
¿A dónde quiero llegar con todo eso? Esa
limpieza minuciosa me hizo pensar que muchísimas veces sucede lo mismo con
nuestra vida espiritual, hay cosas que hemos acumulado en nuestros corazones durante
días, semanas, meses y hasta años que no son útiles, que no agradan a Dios y
que incluso, nos hacen daño. Así mismo, como esa vieja caja que tenía mucho
tiempo siendo ignorada, nosotros guardamos en nuestras vidas cosas que no están
bien y decimos “esto que estoy haciendo no está tan mal como parece”, “nadie va
a saber que estoy haciendo tal cosa”, “este sentimiento no parece que está tan
mal” entre otras frases, acumulamos tanta “basura” y tratamos de ignorarla,
pero en el fondo de nuestros corazones sabemos toda la suciedad que hemos
venido guardando en él, y nos encontramos en un dilema de querer desechar pero
a la vez guardar ese pecado oculto, ese vicio, esa adicción, esa falta de
perdón, ese rechazo, ese mal carácter, ese rencor, etc. Pero ¿por qué ocurre
esto? Porque hemos pasado tanto tiempo al lado de ese “problema” que ya nos
acostumbramos e ignoramos lo más que podamos para sentirnos “mejor”. Sin
embargo, mi querido amigo déjame de decirte que eso no te hace ningún bien, la
suciedad atrae más suciedad, además atrae bichos que dañan lo que aún está bueno
y contaminan; tener tantas cosas acumuladas limita el espacio de poder obtener
cosas nuevas, y eso es lo que quiere el enemigo, que permanezcas con un corazón
sucio para el dañar, corroer y contaminar y que además no tengas espacio para
disfrutar a plenitud las bendiciones que Dios tiene para ti.
En la Biblia encontramos una historia
bastante particular, de un hombre que llevaba mucho tiempo siendo paralítico y
que por su condición no podía entrar en el estanque de Betesda y ser sano (Juan
5:1-15). Jesús se topa con él y le pregunta ¿Quieres ser sano? ¡Bendito Dios!
Parece una pregunta bastante tonta no? Si un hombre que lleva 38 años en esa
condición creo que queda más que claro cuál sería su respuesta, un eufórico
¡si, si quiero! no estaría mal, sin embargo, lo que responde es: …no tengo
quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy,
otro desciende antes que yo. (Juan 5:7). Probablemente él no sabía quién era la
persona que le estaba haciendo la pregunta, y puedo inferir que ese fue el
motivo de su respuesta en vez de un sí, sí quiero.
De igual manera, Jesús te hace la
pregunta hoy ¿quieres ser sano? Él te está esperando con sus brazos abiertos
llenos de amor para ti, él quiere restaurar tu vida, que juntos puedan sacar
toda esa basura que hay en ella pero tú, ¿realmente quieres? O, ¿estás tan
acostumbrado a ese problema que te resistes al cambio? Tú debes tomar la
decisión de empezar una vida diferente hoy, Jesús se encargará de todo lo
demás. (Salmos 51:10)
Continuando con mi historia, hubo algo
que también me llamó la atención de la limpieza que estaba haciendo. Además de
los materiales de manualidades también encontré unos juguetes de mi sobrino con
los que jugaba cuando estaba muy pequeño, los saque y limpié y los coloqué
junto con los otros juguetes que él tiene en mi casa. Cuando vino a visitarnos
y los vio estaba asombrado, decía ¡mis juguetes, mis juguetes, yo recuerdo
estos juguetes, los recuerdo, jugaré con ellos! Eso me hizo reflexionar sobre
las cosas que almacenamos en nuestro corazón, sean buenas o sean malas, están
en el mismo sitio bien guardadas. Puede que haya basura en nuestro corazón pero
estoy segura que también tenemos esas cosas buenas que hemos leído en la
Biblia, que hemos escuchado en la iglesia, que hemos aprendido en nuestra vida
como cristianos, esas cosas también hay que sacarlas, desempolvarlas y en vez
de jugar con ellas como lo hizo mi sobrino con sus juguetes, debemos ponerlas
en práctica. No todo es tan malo en una limpieza, sé que esos frutos del Espíritu
todavía están por ahí escondidos en un rincón de tu corazón, te invito a que
leas Gálatas 5: 22-26.
Te invito a que hagas una limpieza a
tu corazón, tú mejor que nadie sabes qué cosas tienes almacenadas en él, permítele
al Espíritu Santo que lo escudriñe tu y pueda sacar todas las cosas que no le
agradan. No te aferres a lo viejo, a lo cotidiano, a las cosas que vienes
haciendo una y otra vez y sabes que están mal, suéltalas y respira un aire
puro, limpio y agradable y dale la bienvenida a las cosas grandiosas que Dios
tiene para ti.
“Examíname,
oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay
en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno”. Salmos 139:23-24
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